Aunque con mucha frecuencia no sé que hacer ante varias situaciones de la vida cotidiana ––en serio tener que decidir todo es una monserga–– me hace rabiar que me digan que hacer, sobretodo cuando no pedí su opinión. Pero al parecer mucha gente vive muy cómoda preguntándole todo el tiempo a los demás qué hacer: ¿Debería regresar con mi ex? ¿Debería dejar de engañar a mi pareja? ¿Por qué me gusta ser la otra?, Recomiéndame un lugar para comer o para vacacionar. ¿Qué libro leo? ¿Qué veo en Netflix? Siri, lugares para comer en la ciudad, ¿Qué dieta es la mejor para adelgazar? ¿Qué ejercicios hago de tarea?, ¿Qué me pongo a estudiar para el examen? ¡Hey recomiéndame un terapeuta!, ¿Qué tendencias están ahora para vestir bien?
Luego, del otro lado del mostrador está la gente a la que nos encanta dar opiniones aunque no se nos la hayan pedido. Yo lo veo de nuevo como una relación de poder (aconsejador, aconsejado perdido) donde el primero se plantea como como un poseedor del conocimiento y la verdad que se instala por el encima del aconsejado para guiarlo y decirle qué o cómo debería actuar y así dominarlo. El segundo ––si bien, sometido–– se siente protegido porque siempre tiene a alguien a quien recurrir para qué le diga qué hacer. Y es que es muy pinche cómodo no lidiar con la incertidumbre y las consecuencias directas de haber tomado –por cuenta propia– una decisión equivocada o bastante estúpida.
A nosotros los aconsejadores nos mama teorizar sobre la vida ajena o comparar nuestra vida con la equivocada (desde nuestra perspectiva) vida de los demás. Es un reconfortante ejercicio para reforzar nuestra idea de que quizá no lo estamos haciendo tan mal ––o que hay gente que lo hace mucho peor. Así tenemos coaches de a madres para casi cualquier cosa; asesores de imagen, asesores financieros, asesores educativos, de mascotas, nutriólogos, psicólogos, intelectuales de Facebook, opinólogos de Twitter y hombres todólogos que te quieren venir a contar hasta como ser mujer o amamantar, ¡imagínense ustedes! Yo hace poquito sin ser mamá, le estaba chingando la madre a mis amigos diciéndoles por qué creía que estaban pendejos en darle "agua embotellada Gerber" a su bebé. Que tremendos huevos los míos (mimimi Hilda, tú no tienes huevos tienes ovarios mimimi😑) de opinar sobre algo en lo que claramente no tengo puta idea. Y aunque sigo creyendo que el agua Gerber es una mentira de la mercadotecnia pues: ¡Sapere aude amigos! Tengo esta idea paternalista (pero según yo pegagógica, mas bien Sofista) de querer decirles a los demás que están mal, my bad.
Cierro esta idea, exponiendo por qué me molesta que me digan qué hacer. Yo soy una aconsejadora nata, obviamente me va a molestar que venga otro aconsejador a decirme cómo debería yo hacer x cosa o peor para mí **+100 pts de Soberbia**––cómo debería pensar o ver algo–- Mi punto es, que hasta que yo misma no devele por qué sí o por qué no debería creer algo (quizá me tarde años en descubrirlo pero, tú déjame intentar) no quiero escuchar convencerme por qué debería ser vegana hoy, por qué y cómo debería amar a mi cuerpo, por qué debería ser feliz, por qué debería creer que Andrés Manuel es un culero o por qué el capitalismo está mal, por qué estoy cagando mi vida, por qué es mejor adoptar mascotas pero no hijos, por qué es mejor Cinemex que Cinépolis, por qué mi idea de feminismo está mal o por qué es políticamente incorrecto decir algo. Déjame jugar a ser ilustrada; ¡Déjame tener el valor de servirme de mi propia razón y darme en mi madre yo solita, gracias!
Según Kant bebé (ya salió el flan filosófico, obvi) la pereza y la cobardía son la causa de que muchos se encuentren en ese estado de tutela, así como de que existan los tutores o guías (oferta-demanda) porque nos es más cómodo no estar emancipados ––no me refiero exclusivamente a salir de casa de los padres para irse a rentar––. Más aún, se avienta una frase muy propia del mexicano clase mediero y para arriba que vivo en carne propia con mis estudiantes: "Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea."
Ahora, claro que es difícil lograr salir de esta incapacidad para pensar por si mismo, Kant dice que esa maña se nos convierte casi en segunda naturaleza; le hemos agarrado apego y nos sentimos incapaces porque nunca se nos permitió intentar la aventura. Aplaudo a aquellos que se dejan ir como gorda en tobogán en alguna situación, sin la tutela de otro. Aunado a esto, somos adictos a recibir principios y fórmulas, instrumentos mecánicos de uso o más bien de abuso. Eso dijo Kant en 1784, pero yo creo que seguimos igual, ¿Cuántos no pueden salir de casa a un lugar nuevo a expensas del celular, waze, siri, google etc. que te dicen todo?
––Para que pensar si ya tienes algo que lo hace por ti y más rápido, es tonto no hacer uso de la tecnología que nos simplifica la vida. Sí, claro, el problema es que usarla todo el tiempo también simplifica la existencia misma, al hacernos dependientes nos termina limitando; sé que puedes hacer operaciones mentales, ¿Pero cuándo fue la última vez que no usaste una calculadora? Sé que te enseñaron la rosa de los vientos, y sabes donde queda el este (yo tengo problemas con eso, por eso me obligo a intentarlo) pero ¿Cuándo fue la última vez que llegaste a un lugar nuevo, sin usar google maps? Pronto necesitaremos menta-meta-meta buscadores porque ya hasta les da hueva googlear x información y leer 4 párrafos en wikipedia...
La libertad de actuar genera angustia y ansiedad (Que hay de nuevo Søren K.), pero que hay de la libertad más anterior; la de atreverse a pensar y cuestionar los dogmas que se nos han impuesto. Para Kant, la libertad de hacer uso de la razón pública, aquella de la que gozamos todos, es la única que puede sacarnos de nuestro estado de letargo y acercarnos a la ilustración. La razón pública en contraste con la privada, nos obliga a convertirnos en nuestros propios maestros y hacer uso ilimitado de la razón y a no obedecer si así lo concluimos. Así pues en tanto maestros, se nos ofrece la libertad de pensar, indagar, cuestionar o compartir nuestros hallazgos con el público lector (cada quien por su parte, tendrá la libertad de escucharlos o no), más no de imponer nuestra opinión o creencia a los demás, pues eso nos convierte en los aconsejadores que mencioné más arriba, es decir, gente que atrasa la ilustración pues impide que los otros piensen por sí mismos.
Finalmente, Kant optimistamente piensa, que si la gente comienza a hacer uso de su razón pública, es decir pensar por sí misma, luego será capaz de darse así misma sus propias reglas y principios, o sea, de ser autónomo. Pienso aquí la idea de un "true" anarquista. Para Kant un anarquista no sería aquel que rechaza las normas o imperativos hipotéticos nomás porque sí, sino aquel que se otorga sus propios principios y límites INFRANQUEABLES porque reconoce en ellos ––a través de la razón, de nuevo–– las máximas de comportamiento humano: como el imperativo categórico. Así, ser autónomo o un anarquista es más complicado que seguir las normas o imperativos impuestos, por ejemplo. Así que tengan mucho cuidado la próxima vez que se refieran a un miembro de un grupo de choque, como "anarco" nomás porque a Carlos Marín o un periodista así se le ocurrió decirles así
Corto aquí el tema de la libertad porque nos da para sacar muchos blogs. Kant es irritantemente precioso. Kan or Kan't you dare to think? o en su versión mamadora: Wage es, weise zu sein!
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