Me fui al tianguis a pensar cosas. Crónica fashion

Pensar en la larga lista de cosas que un cuasi adulto promedio debe tener en mente para no morir de hambre puede resultar una tarea sumamente abrumadora; la simple idea de pensar en el futuro es fatigoso y frustrante, y más en esos días donde se pierde la claridad del panorama. Ante la latente incertidumbre que rodea mi cabeza (ahora más ligera sin tanto cabello) decidí salir a caminar. Pensé que caminar un rato podría traer de vuelta la falta de visión y motivación que necesitaba.
Normalmente camino por los mismos lugares de la colonia porque desde chavita mi mamá me advirtió que moverme por los pasillos de los retornos –ahora casi todos privatizados por vecinos preocupados por la seguridad– es un acto peligroso porque pueden asaltarme o algo peor. Según yo, si camino cíclicamente por las calles más transitadas evitaré que me pase algo porque si los vecinos son igual de observadores (chismosos) que yo, se darán cuenta que anduve rondando por ahí si un día me sucede algo. Vaya consuelo para la población desprotegida a merced de la rata.

Ya en camino, me surgió la idea de visitar el tianguis de los lunes de velódromo o no sé como lo conozcan. Me brotó una risita burlona porque no pude evitar pensar en la similitud del acto en cuestión con el de la niña de Youtube que le hizo berrinche a su mamá porque no la quería dejar ir al tianguis sola a pensar cosas. mamá ya dejame ir al tianguis quiero pensar cosas
Me sentí afortunada, porque ya estoy mayorcita para ir sin tener que pedirle permiso a mi mamá ¡De algo tenía que servir la adultez! Si lo piensan, así de bote pronto, suena patético ir a pensar cosas a un lugar ruidoso y lleno de gente en el que normalmente tienes que estar alerta para que no te roben el celular o te aplasten los pies las carreolas de las señora que traen al chamaco en brazos pero insisten en cargar con su cochesito porta bebés a todos lados. Una pensaría en cambio, que un buen lugar para ir a reflexionar es un parque calmado o una cafetería, pero lo que yo encuentro en los tianguis o lugares concurridos es mucha paz: me relaja ver cosas y pensar en trivialidades mientras hago como que "window shopping" en cada pasillo porque normalmente no compro gran cosa.

Dejé de frecuentar el tianguis por motivos económico-sociales. También de tipo consumidor inteligente- PROFECO. Una razón de peso para lo primero, es que tengo la idea heredada y abiertamente snob de que comprar ropa en el tianguis es una acción ciertamente naca porque la ropa no se está comprando en la tienda y su procedencia entonces es dudosa. La probabilidad de adquirir un producto pirata o chafa es muchísimo mayor que cuando se compra directamente en la tienda. No toda la gente es docta para detectar características de falsificación de unos tennis "Nike". No te dan recibo ni bolsa porque no se pagan impuestos ni renta del local aunque los tianguistas paguen cuota de suelo. Además es difícil probarse la ropa cuando se está todo expuesto ante el flujo de gente en los pasillos, y aunque cada vez haya más puestos para pagar con terminal bancaria, en general pienso que es tonto, por ejemplo, comprar un electrodoméstico en efectivo y sin garantía cuando puedo adquirirlo en una tienda departamental a meses y con más confianza, bien snob yo, les digo.

Bueno, dejando de lado las desventajas, el tianguis en México ofrece experiencias que difícilmente se ven en otros lugares. Lo siento, pero nada le puede ganar a la oferta culinaria y gastronómica que solo los tianguis y mercados de México pueden ofrecer. Múltiples y variados puestos de caldos, postres, tacos de barbacoa, de cabeza, de carnitas, de suadero, de bistec, de cochinita (si se fijan, de pastor no hay tantos porque los tianguis normalmente se ponen de día y los taquitos de pastor son más proclives en la noche). Quesadillas de todos los guisados y una de mis cosas favoritas: los tlacoyos de frijol con nopales.  Todo esto se halla en todas sus variables y al gusto preciso del cliente: frito, asado, nomás al comal, sin grasa, con salsa de la que no pica, campechanos, con papas o cebolla o sin crema o sin verdura, en fin,  las combinaciones son muchas al igual que el apetito que despiertan. La realidad es que la adaptación del platillo no logra su plenitud en los restaurantes establecidos con la exactitud y sazón mantecoso de las cocineras de los tianguis. No tengo pruebas de ello pero tampoco tengo dudas.
Luego, en el tianguis se pueden cumplir las expectativas de todo público y de manera más uniforme. Aunque a simple vista parezca un lugar caótico, si se presta la debida atención se notará que la forma en la que están acomodados los puestos para su exposición visual no es tan arbitraria como parece: el área de comida se localiza normalmente en algún pasillo específico, no tan cerca de los productos textiles para crear engagement con el público glotón, cuya característica es ser flojo para caminar o ir específicamente a comer por lo que no le interesa recorrer todos los pasillos en busca de comida.
En fin, caminé por los pasillos de productos cosméticos, ropa nueva, utensilios de cocina y hogar. Pensé que  ante mis ojos se atravesaba un fugaz ofertón de unos semi-tacos Adidas en 500 pesos. ¡Wow! pensé, justo lo que me recetó el Dr. García para derrochar estilo en las canchas de fútbol 7. Cuando los miré detenidamente me di cuenta que la impresión del logotipo de la marca se veía un poco pirata y decidí dejarlos en su lugar.
–Pruébeselos, sin compromiso. Me dijo el vendedor pero yo solo le respondí "gracias" mientras ya caminaba sobre el pasillo.
¿Piensan a menudo en cuánto decimos gracias en vez de decir simplemente no? Yo sí, me parece curioso que a los mexicanos de la ciudad nos da danta pena decir que no e intentamos ser cordiales, para no herir las susceptibilidades del otro en vez de ser directos y dejar que la gente siga con su vida o en este caso que busque otros clientes potenciales.

Pasando a lo que verdaderamente quería decir sobre la ropa del tianguis, los vendedores de ropa de paca, seres de luz, caja torácica amplia que aloja voz de tenor de Tepito; esos seres que te intimidan a no pasar de largo sin manosear los ofertones de "ropa de vatito" o "ropa de morrita" a 20 pesos. La verdad es que a primera vista la ropa no es muy atractiva pero con un poco de paciencia se pueden encontrar prendas muy chidas y a precios sumamente accesibles. Sin embargo, veo un par de desventajas: 1) Normalmente esa ropa entra de forma ilegal a nuestro país, es decir, no pagan impuestos. 2) Fomentan una forma de vida consumista, en la cual compras ropa o cosas que ocupan espacio en tu casa pero en realidad no necesitas, solo pasaste la viste y pensaste que era un buen deal.
Aunque estas dos desventajas son razones de peso para evitar que normalmente compre, tampoco lo descarto si es que estás en busca de alguna prenda que sabes que no vas a usar mucho pero que necesitas o está muy cool. 

Una cosa es la ropa de paca: nueva y de marca pero ilegal y con riesgo de ser chafona, y otra, la ropa de segunda mano. "Eww, que asco capaz que está pulgosa", ya sé, yo también pensaba lo mismo, pero muchas veces se encuentran reliquias en los tianguis de pulgas, solo hay que saber buscar y perderle el miedo a comprar. Mi experiencia comprando ropa de segunda mano fue un poco fresona la verdad. Estaba buscando ropa de nieve para un viaje y dados los precios y las pocas veces que la iba a utilizar decidí darme una vuelta en una tienda vintage, (les digo que lo snob clase media o traigo bien impregnado cual  aroma de carbón impregnado chamarra de vendedor de tamales). Encontré un trajesito morado de los 80's y pues me lo llevé... luego ya con más ganas me compré una chamarra que hasta la fecha sigo usando y es de mis chamarras favoritas. Actualmente y pese a la fuerte inserción de tiendas fast fashion, en barrios bohemios-fresones de la ciudad de México empieza a haber más tiendas de segunda mano que exhiben ropa bien fregona sí, pero ya no tan barata. En el tianguis no es el caso, porque muchas veces los vendedores entre tanta ropa no saben ni lo que ofrecen, si hay ropa muy fea pero en gustos se rompen géneros y ahora si que de la moda, lo que te acomoda. Yo amo crudear en el tianguis mientras pierdo la mirada en esa lona roja y ese olor a grasa que me incita a pedir otro taquito y a contemplar los puestos de barnices y plumas que me vuelven loca como la señora que soy. Viva el tianguis.
Saludos amigos

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