pantallas luminosas

Resulta  incómodo y escandaloso escuchar que alguien decide cerrar o no tener redes sociales en pleno 2019 o peor aún, escuchar que alguien no tiene celular o smartphone. Inmediatamente clasificamos a esa persona como hippie, freak, mamador que algo esconde o que al contrario, es una inventada, que se quiere hacer la interesante y minimalista. Personalmente, no recuerdo cuando inserté toda mi vida virtual en un dispositivo pero debió ser por allá del 2011, desde ahí he estado conectada.
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Nunca he sido la persona más high tech pero desde los 8 años siempre había tenido celular y en general, tuve todas las modas de dispositivos que han salido al mercado para millennials: mp3, tamagotchis, ipods, tabletas, smartphones de todo tipo y toda marca, etc. –menos el apple watch, realmente dudo que me vean portando ese dispositivo porque amo mi reloj baby G y los relojes convencionales, solo por eso–. Quiero decir, que no recuerdo no estar conectada al mundo tecnológico y realmente nunca me cuestioné el hacerlo hasta que por cuestiones arbitrarias de la vida adulta (un poco de tacañería mezclado con pobreza y mala suerte) me quedé sin teléfono.
Abro paréntesis para admirar el poder adquisitivo de aquellos que publican en Facebook que se quedaron sin celular y en friega ya traen otro porque al poco rato ya están online. Cierro paréntesis. Comprar un teléfono en cash no es insignificante, los smartphones son cada vez más caros y honestamente, a mí la idea de endeudarme a meses sin intereses en algo que cualquier día puede desaparecer, ya porque se vuelve obsoleto o propiedad de la rata o se daña, me causa incomodidad. No olvidemos que los teléfonos se han vuelto también un símbolo más de status, qué celular tienes –se supone–  da indicadores sobre quien eres y sobre tu sofisticación digital.
Para muchos lo natural y racional sería ir a comprar un smartphone nuevo, después de todo es una herramienta necesaria para la vida; en el teléfono está nuestra información bancaria, laboral y personal. Literalmente en muchos aspectos de la vida diaria es imposible realizar actividades sin un dispositivo móvil o acceso a internet. Nuestra vida social también se ve amenazada ante la falta de conexión, y no es porque trabaje en redes sociales o algo así, pero algo tan básico como hacer planes o quedar con alguien se vuelve complicado (al principio). El trayecto a las actividades diarias sin música se vuelve un infierno. No puedo salir en la noche porque no tengo uber ni puedo tomarle fotos a mi comida ni mandar los memes y stickers del día ni hablar con personas significativas en mi vida. En serio la calidad de vida se ve mermada sin teléfono, hasta el punto que produce ansiedad. Y eso es precisamente lo que me llevó a cuestionarme si realmente necesito un smartphone último modelo para mantener una vida al día y actualizada.

Los teléfonos se volvieron la interface mediadora de nuestra realidad, los personalizamos para que guarden –ni tan celosamente, ya ven el robo de información personal– nuestro modo de vida más íntimo; podemos ver y leer casi cualquier cosa y al instante. Una noticia, un blog, un video, una instastory, una canción, hablar con personas reales, reírnos por un meme, indignarnos, competir, compararnos. La pantalla del teléfono se convirtió en el espejo de la vida porque aunque sea indirectamente, detrás de la otra pantalla hay otra persona enviando y recibiendo mensajes. La interacción humana es básica en esta forma de contacto con la realidad, somos seres sociales, no pueden culparnos por estar ahí. Pero yo si me culpo un poco por permitir pasar tanto tiempo en internet.
¿Pero en qué momento me volví tan adicta a estar online y a tener los últimos updates de cosas sinceramente insignificantes?
 No es como que de la nada un día despertamos con un smartphone en la mano. En teoría, surgieron de la evolución tecnológica para satisfacer una necesidad o múltiples necesidades de comunicación o entretenimiento así como para resolver velozmente problemas aparentemente complejos; transferencias bancarias, compras por internet, boletos de avión, reservaciones, ordenar comida y básicamente cualquier cosa, hacer una queja, GPS, cada quien tendrá sus razones para estar conectado y las razones son infinitas.
Pero creo que a veces olvidamos que hay otro tipo de problemas relacionados a la condición humana misma que la tecnología y las redes sociales aunque lo han intentado, no han podido resolver. ¿Por qué teniendo acceso a cosas que nos acercan, sufrimos de ansiedad, depresión, aburrimiento, estrés, FOMO, nos sentimos aislados y con gran necesidad de sentir conexiones genuinamente humanas que no se logran a través de las redes sociales?
No conozco apps suficientemente buenas para reducir estos problemas pese al intento ni audiolibros, meditación o yoga, al contrario, lo que comenzó como un paliativo contra el estrés de la vida posmoderna de la sociedad hipercapitalista  globalmente interconectada termina creando más ansiedad y desconexión que nunca. 
¿Qué hago viendo en el haul de bikinis de la peruana WhatTheChic que vive en Bali y promociona viajes y solo me hace sentir fea, pobre y miserable y eso que yo entré a relajarme? Un momento, pero ¿No se supone que el video hablaba sobre como ser más positivo y saludable? ¿Llevo 2 horas viendo videos de minimalismo, bienestar and social detox en mi teléfono? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Cuál es mi propósito? Aaaahh!!vdjfdbkcvaca ¿Por qué me duele el carpo? ¿Por qué no me contesta el whats ya? nadie me quiere :(
Luego, díganme si Instagram y su sistema de likes como moneda de cambio del siglo XXI no es de las cosas más tóxicas de internet. Un vista rápida a los insta stories. Este man otra vez viajando, ¿mucho dinero o qué? Uy otra vez ésta vieja comiendo en restaurantes ¿Qué no tiene nada que hacer? aww perritos, like😍 double like. 10 historias de amigos en el gym o corriendo en algún parque después: me siento gorda T_T. Yaas ese vestido de Shein que me aparece todo el tiempo está perrón, a ver si en la quincena me lo doy. Sí que chingue a su madre el América. Dinosaurios, like. Sólo comparto este memingo de Memelas de Orizaba y ya me pongo a trabajar. Ay no ya dieron las 2 pm. Bueno, como y ya me pongo las pilas. Anyway...
Ya desde antes de la era del internet, las personas luchábamos para encontrar nuestro propósito o el sentido de la vida, eso no es nuevo ni culpa del internet. La historia de la cultura es precisamente la búsqueda de nuevos sentidos, narrativas, que se dan en diversas esferas del desarrollo humano; somos mutación y cambio. La narrativa y los medios cambiaron a Twitter, IG, Reddit, Facebook y whatsApp. Y en ese sentido, la moral también se va modificando. Tal vez pronto dejará de ser escandaloso que grabemos y compartamos todo lo que hacemos y sea una acción necesaria y aceptada, o que estemos  todo el día en el teléfono consumiendo información se convierta en una práctica libre de escrutinio.
¿Por qué estamos pegados a la pantalla del teléfono? 
Creo que es por toda la cantidad de información novedosa que absorbemos a través de la pantalla. Leer un libro es más tardado y en lo que se escribe, un cúmulo de información nueva, fresca y probablemente volátil ya paso por mi pantalla. El timeline de Facebook, Instagram o Twitter nos ofrece micro dosis de placer y sentido para combatir el tedio, el temor, la incertidumbre y la ansiedad. Entraste a ver que encontrabas y pasaron 35 minutos desde que hiciste el primer scroll, bajas y bajas y nunca acaba, y si acaba, vuelves a picar actualizar o regresas en un rato. Curioso que lo que comenzaste a leer por novedoso y atractivo, después de un rato ya no lo es, y aún así sigues dando refresh, just in case. El scroll infinito termina incrementando el hartazgo, vacío, ansiedad y problemas mentales. O al menos eso me sucede a mí. He intentado mesurarme, disminuir mi consumo de mini dosis de placer digital y enfocarme en verdaderamente buscar sentido a lo que considero importante e irónicamente termino viendo videos por horas de minimalismo y mindfullness a través de mi pantalla que no concreto en la práctica (más contenido sobre la búsqueda de sentido y este este tipo de planteamientos próximamente en podcast). 
Quizá para algunos no representa un problema, pero para mí sí, y llevo mucho tiempo rumiando sobre cuál es la mejor forma de invertir mi tiempo. Perderme en internet y redes sociales no lo es. No rechazo las herramientas tecnológicas, de hecho, me atrae la forma de vida de los nómadas digitales. No es el caso aislarme para siempre ni dejaré de usar totalmente mis redes sociales ni estaré sin teléfono por siempre. Simplemente buscaré retomar otros canales de comunicación, como éste, los mails, comunicación verbal directa. Estoy probando si me funciona no tener celular,  si compro uno del Oxxo solo para llamadas y mensajes, si ahorro para un Xiaomi de gama media, si ahorro para un gama alta (jaja eso no creo que suceda pronto) o si me endeudo para un "buen" teléfono pero establezco mecanismos para no volver a ser esa adicta a las redes sociales. De por sí en mi teléfono no tenía descargado facebook ni  twitter ni Instagram, y aún así me las ingeniaba para procastinar en WhatsApp y Youtube. Ahora estoy en rehabilitación, viendo que pasa. Hasta el momento creo que no ha pasado mucho,  he tenido un par de problemas de comunicación para concretar citas de trabajo, pero hasta ahí.
 Creo que más bien puede ser un buen ejercicio para enfocarme en cosas más significativas o menos volátiles, o quizá simplemente hacer un detox digital verdadero. Quizá mañana no aguante y me compre un teléfono. Solo quiero abrir la conversación sobre situaciones que nos interpelen, sé que no soy la única con ansiedad respecto a este tema pero saquen sus propias conclusiones, analicen su situación personal. Si te sientes asfixiado o te identificas con algo de lo que escribí, piensa sobre tu consumo de datos vacíos de contenido sustancial ¿Realmente pasa algo si no lo ves o compartes ?¿Cómo combatir el FOMO?¿Qué consideras que es vivir con propósito? ¿Estaría en esta misma postura si no estuviera sin teléfono? posiblemente no :P . Mientras me largo a escuchar la música abandonada de mi ipod.
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